Hace más de 10 años me mudé a Ginebra para trabajar en la Organización Mundial de la Salud (OMS). Yo era una joven y apasionada epidemióloga con una misión: ¡cambiar el mundo! Es cierto que mi trabajo era poco glamuroso: sentarme frente a Excel, analizar los precios de los medicamentos contra el VIH/SIDA en todos los países y escribir un informe riguroso para cada uno de los países.
Un día, me topé con algo impactante: un país estaba cobrando a sus ciudadanos tres veces el precio normal por los medicamentos pediátricos contra el VIH. Me apresuré a hablar con mi jefe; ¡Era nuestro momento de cambiar el mundo!
Informamos al país, pero allí ya sabían lo que estaba pasando. De hecho, el Ministerio de Sanidad se estaba quedando con el excedente, aprovechándose en última instancia de padres indefensos que querían salvar la vida de sus hijos. Más tarde aprendí una dura verdad: no podíamos hacer nada al respecto. La OMS trabaja con los países, pero los países no trabajan con la OMS. La estructura de la OMS le impide responsabilizar a los estados miembros o actuar con decisión, incluso en situaciones en las que hay vidas en juego.
Esta historia me vino a la cabeza esta semana cuando el presidente Trump anunció que Estados Unidos se retiraría de la OMS, culpando a la organización del manejo de la pandemia de Covid-19, de las ineficiencias sistémicas y por el pago excesivo de cuotas. Esta ha sido una decisión para acaparar titulares, pero sus implicaciones tienen muchos más matices, y muy importantes, más allá de los puramente políticos.
La decisión plantea preguntas importantes sobre el valor y la eficacia de la organización, pero también subraya su papel irremplazable en la salud global, a pesar de sus defectos.
No lo endulcemos: la OMS tiene verdaderos problemas
La OMS es una agencia especializada de las Naciones Unidas. ¿Su misión? Promover la salud, mantener a las personas seguras y atender a las poblaciones vulnerables en todo el mundo. Esto incluye todo, desde coordinar las respuestas a una pandemia hasta establecer directrices sanitarias internacionales y aprobar vacunas.
Pero la OMS no es una organización típica. Está formada por estados miembros (es decir, 194 países) representados por sus Ministerios de Sanidad. Si bien esta estructura permite una representación global, también expone una debilidad importante: los ministerios de salud a menudo carecen de fondos y poderes suficientes, especialmente en los países de bajos ingresos.
Y luego está el reto de la autoridad. El Director General de la OMS puede parecer poderoso, pero no tiene autoridad para exigir el cumplimiento o tomar medidas decisivas sin el consentimiento de los estados miembros. Es como intentar manejar un barco enorme con un remo diminuto.
Además, hay un problema de alcance. Su alcance es enorme: desde la vigilancia de enfermedades hasta la salud mental y las enfermedades no transmisibles. Pero cuando intentas abarcar todo, terminas luchando por hacer que cualquier cosa salga realmente bien. ¿El resultado? Una brecha entre lo que la OMS dice que puede hacer y lo que realmente puede cumplir.
Otro desafío importante es la financiación. La OMS tiene un presupuesto reducido (poco más de 6.500 millones de dólares en 2022-2023, menos que algunos sistemas hospitalarios de EE. UU.). Alrededor del 20% de la financiación proviene de “cuotas” determinadas mediante una fórmula estándar que considera la economía del país. (China paga menos que Estados Unidos en cuotas, pero no mucho). Sin embargo, la mayor parte (80%) del presupuesto de la OMS proviene de contribuciones voluntarias de los países miembros que a menudo se destinan a proyectos específicos. Esto significa que la OMS no tiene pleno control de sus propias prioridades: depende de lo que los países donantes quieran financiar.
Ejemplo de caso: COVID-19 y la OMS
El Covid-19 puso a la OMS bajo el punto de mira. Los críticos argumentan que la organización tardó demasiado en declarar una emergencia de salud pública y fue demasiado deferente con China en los primeros días de la pandemia. China se salió con la suya en muchas cosas. El comité de la OMS sobre el origen del Covid-19 también vaciló y finalmente no llegó a ninguna conclusión.
Covid-19 también puso de relieve la brecha entre la ambición de la OMS y su capacidad. La organización tiene una gran voz en el escenario global, pero a menudo carece de los recursos y la experiencia técnica para respaldarla. Esta desconexión ha impulsado voces para una reforma, particularmente enfocada a centrarse en las capacidades básicas.
Lo que significa la retirada para EE.UU.
Estaremos "bien". Estados Unidos tiene una infraestructura sanitaria sólida, sus propios sistemas de certificación de diagnóstico y vacunas y capacidades de vigilancia de enfermedades a través de agencias como los CDC. La mayor parte de lo que proporciona la OMS (certificación de vacunas, asistencia técnica y desarrollo de capacidades) no se aplica a Estados Unidos.
Entonces, ¿por qué esto le importa a Estados Unidos? Tres razones principales:
Interés propio: Las enfermedades infecciosas no respetan fronteras. Covid-19, gripe, ébola, lo que sea. Incluso si Estados Unidos está bien equipado para manejar sus propios desafíos de salud, nuestra seguridad depende de que el resto del mundo también esté equipado.
Implicaciones geopolíticas: Si Estados Unidos se retira de la OMS, dejará un vacío de liderazgo. ¿Adivina quién está listo y dispuesto a intervenir? China. Si China domina el gobierno de la sanidad mundial, podría dar forma a las políticas sanitarias internacionales de maneras que no se alineen con los intereses de Estados Unidos. Mantenerse comprometido con la OMS no es sólo altruismo: se trata de garantizar que Estados Unidos mantenga el sistema alineado con los principios de transparencia y responsabilidad. La decisión de retirada significa que no damos importancia al uso de la salud pública como herramienta diplomática.
Ser un buen vecino: Como nación rica, es nuestra responsabilidad ayudar a los demás.
Entonces, ¿esta decisión es el fin del mundo?
No, pero esto va a poner las cosas mucho más difíciles. Estados Unidos es el país que más dinero dona a la OMS, donando 1.300 millones de dólares al año y superando a Alemania, el segundo donante, por cientos de millones de dólares. La mayor parte del dinero estadounidense se destina principalmente a África, a la Sede Central de la OMS y al Mediterráneo Oriental, aunque a todas las regiones les llega algo.

La OMS, a pesar de todos sus defectos, es la columna vertebral de la coordinación sanitaria mundial. Sin ella, no tendríamos un sistema centralizado para gestionar las amenazas transfronterizas a la salud. Y, para muchos países de bajos ingresos, la OMS es todo lo que tienen.
Las implicaciones son claras:
Para los países de bajos ingresos: la OMS a menudo proporciona la única asistencia técnica y los únicos recursos que tienen estos países. Perder la financiación será devastador para su salud y bioseguridad.
Para la vigilancia de enfermedades: la OMS coordina el sistema mundial de vigilancia de enfermedades como la gripe y la polio. Esto ayuda a los países a preparar vacunas y rastrear las amenazas emergentes.
Para las vacunas y el diagnóstico: la OMS certifica vacunas y métodos de diagnóstico, como pruebas rápidas, para su uso en países de ingresos bajos y medianos. Si bien Estados Unidos tiene sus propios sistemas, muchos países dependen de las certificaciones de la OMS para acceder a herramientas que salvan vidas.
Para el liderazgo sanitario mundial: los estadounidenses que trabajan en la OMS se ven obligados a regresar a casa, dejando un vacío de liderazgo en la salud mundial.
Y ¿qué ocurre a partir de ahora?
La OMS está lejos de ser perfecta, pero es la mejor herramienta que tenemos para abordar los desafíos de salud globales. ¿Reformarla? Sí. ¿Abandonarla? No.
No tiene ningún valor real que nos retiremos. Sí, ahorraremos mil millones de dólares, pero esto es una miseria en comparación con las desventajas. Más bien, es necesario dejar de lado las personalidades y hacer reformas. Estados Unidos y otros estados miembros deberían presionar para:
Mejorar el alcance.
Una financiación sostenible, incluida la reducción de la dependencia de donaciones para fines específicos y el aumento de la financiación flexible.
Liderazgo más fuerte: Dar al Director General más autoridad para imponer el cumplimiento y tomar medidas decisivas durante las crisis.
Si bien no es demasiado tarde para reformar, no parece que esa sea la dirección que ha tomado Estados Unidos.
En resumidas cuentas
La OMS desempeña un papel vital en la salud mundial, particularmente para los países que carecen de recursos para responder a las crisis por sí solos. Reformar la organización es un proyecto a largo plazo, pero vale la pena el esfuerzo. En un mundo interconectado, las amenazas a la salud no respetan fronteras.
Durante mi estancia en Ginebra, el país del que les hablaba nunca cambió. Pero gracias a nuestro trabajo en la OMS, los países vecinos recibieron más apoyo financiero para que los niños pudieran tener acceso a medicamentos más baratos (a precios justos) y, a su vez, se salvaron sus vidas. La salud pública es un deporte de equipo.
Love, YLE
Your Local Epidemiologist (YLE) está fundada y operada por la Dra. Katelyn Jetelina, MPH PhD, epidemióloga, esposa y madre de dos niñas pequeñas. YLE llega a más de 280.000 personas en más de 132 países y cuenta con un equipo de 11 personas cuyo objetivo principal es "traducir" la ciencia de la salud pública en constante evolución para que las personas estén bien equipadas para tomar decisiones basadas en la evidencia
Su Epidemiólogo Local está traducido al español por la Dra. Maria Zoco, MD, MPH—médico de familia, consultora de salud pública, esposa y madre de cinco hijos. Trabaja en una ONG que sirve a personas inmigrantes.
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