Pánico y negligencia; pánico y negligencia
Hace unas pocas semanas, el Congreso acordó los nuevos presupuestos de los Estados Unidos. Entre ellos, los presupuestos de salud pública, específicamente la financiación para COVID-19. Se recortó mucho.
Probablemente esto tiene sentido para el ciudadano medio. Estamos, por supuesto, en una fase diferente de la pandemia. Una fase que parece más manejable. ¿Por qué la salud pública y COVID necesitan financiación?
Pero lo que el ciudadano medio no ve es el caos extendiéndose bajo la superficie de la salud pública esta semana. Este caos se debe, en parte, a la cancelación de contratos y programas enteros en cuestión de días—pero también a una realidad increíblemente pesimista: la clarísima realidad de que los Estados Unidos ya vuelven a sus raíces—los ciclos de pánico y negligencia.
Este ciclo no es nuevo
El ciclo de pánico y negligencia no es nuevo; de hecho, incluso tiene un nombre. El ciclo “sisífico” recibe su nombre de Sísifo–un timador que recibe castigo eterno por intentar burlar a la muerte—quien ofendió a los dioses y fue condenado a subir una roca hasta la cima de una montaña, solo para que al llegar a la misma caiga al precipicio de nuevo teniendo que ir a buscarla otra vez, repitiendo esta acción una y otra vez hasta el infinito.
¿Le suena familiar al mundo de la salud pública? COVID-19 no ha sido la primera roca que hemos subido a la cima de una montaña.
Durante la epidemia de Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) de 2003, por ejemplo, una vacuna de SARS se acercó a la fase III de los ensayos clínicos. Empujamos esa roca hacia arriba lo más rápido que pudimos, y veíamos la cima. Cuando, afortunadamente, SARS se contuvo, se agotó rápidamente el dinero y no se hizo la vacuna, dejando la piedra rodar colina abajo. Si hubiésemos llevado esa roca a la cima, la vacuna de COVID-19 se hubiera desarrollado mucho más rápidamente 17 años después.
Nosotros, los que nos dedicamos a la salud pública, esperábamos realmente que una pandemia podía cambiar este modelo. ¿Perder un millón y medio de vidas en los EE.UU podría seguramente cambiar algo?. O quizás, ¿se podría considerar la salud pública al mismo nivel que la medicina o incluso la seguridad nacional?.
No parece que sea así.
Después de darlo todo, estamos viendo activamente a la roca rodar colina abajo. A nadie le sorprende que en salud pública solo encontremos almas agotadas y desmoralizadas y mesas de trabajo vacías.
No tiene que ser así
No todos los países han experimentado el mismo nivel de muertes por COVID durante la pandemia, en parte porque otros países arreglaron este ciclo perpetuo. Un ejemplo que me encanta es Vietnam.
Vietnam sigue teniendo la tasa de muertes acumuladas más baja del mundo. Y no es porque tengan una bola 8 mágica. Una razón fundamental es que han aprendido de sus errores previos. Tras una respuesta imperfecta a SARS, cambiaron su sistema entero mediante financiación adecuada y la implementación de un sistema nacional de respuesta de salud pública, comunicaciones y capacidad frente a emergencias. Lo han amortizado.
¿Por qué la pandemia no ha cambiado nada en EE.UU?
Una frase: un callejón sin salida.
Algunos líderes y el público no ven el valor de invertir en salud pública porque la salud pública no lo hizo bien durante la pandemia. Pero, claro, no lo hizo bien dado el sistema de salud pública fragmentado, mal financiado que entonces fue, además, politizado. Peleamos una amenaza del siglo XXI con un sistema del siglo XIX. Más allá de una pandemia, la salud pública funciona en el trasfondo, de una forma invisible que hace que su valor sea difícil de comunicar.
Por todo ello, los que toman decisiones en apoyo de la salud pública se ven obligados a tomar decisiones imposibles: ¿mantenemos la cobertura ampliada de Medicaid a millones de personas o mantenemos la monitorización de aguas residuales? Estoy de acuerdo en mantener la cobertura médica durante la última negociación de los presupuestos, pero eso es apagar un fuego hoy. ¿Qué pasa con los fuegos del futuro?
Más allá del presupuesto nacional, un problema igualmente grande es la incapacidad de tener financiación flexible. Los CDC, por ejemplo, tienen unos 180 presupuestos sin flexibilidad. Es decir, no pueden transferir dinero de un determinado programa a otro dónde se pueda necesitar durante una pandemia o después de una emergencia. Perder dinero para COVID hoy implica perder muchas soluciones que se han implementado en los últimos tres años y medio.
El Congreso y solo el Congreso puede arreglar esto.
En resumidas cuentas
La salud pública ha empujado una enorme roca hasta la cima en los últimos tres años y medio. Ciertamente no lo hicimos de manera perfecta, pero me atrevería a discutir que lo hicimos de la forma que el sistema estadounidense estaba preparado para hacerlo. Y por ello, mucha gente perdió la vida.
Es desgarrador ver la roca rodar colina abajo de nuevo.
Love, YLE
Su Epidemiólogo Local (YLE) está escrito por la Dra. Katelyn Jetelina, MPH, PhD— doctora en epidemiología y bioestadística, esposa y madre de dos niñas pequeñas. De día, trabaja en un comité de expertos en política sanitaria y es consultora para un número de organizaciones, incluyendo los CDC. Por las noches escribe este boletín informativo. Su objetivo principal es “traducir” la ciencia de salud pública, en constante evolución, para que las personas estén bien preparadas para tomar decisiones basadas en datos científicos. Este boletín informativo es gratis gracias al apoyo generoso de los miembros de la comunidad YLE. Para contribuir a este esfuerzo, por favor suscríbase aquí.