Por qué las personas mayores tienen mayor riesgo de COVID-19 severo
La edad es el principal factor pronóstico de enfermedad severa y muerte por COVID-19. A pesar de que los mayores de 65 años son los líderes en tasas de vacunación, siguen liderando las hospitalizaciones en Estados Unidos y en el resto del mundo.
Pero, ¿por qué?
Una marea de información científica nos puede explicar por qué ocurre esto. He trabajado con Edward Nirenberg para explicar la ciencia que demuestra por qué las dosis de refuerzo, en esta población especialmente, deberían de ser la máxima prioridad.
Primer muro de defensa: deteriorado
Tenemos un sistema inmune complejo, pero para simplificar, podemos reducirlo a unos pocos muros de defensa.
El primer muro son los anticuerpos neutralizantes. Estos anticuerpos son poderosos porque actúan rápido–usted inhala el virus y los anticuerpos neutralizantes lo paran antes de que pueda entrar en sus células (y empezar a replicarse). Esto previene que ocurra la infección en primer lugar. El problema es que es esencialmente imposible conservar un nivel alto de anticuerpos neutralizantes, sin exposiciones repetidas–y esto se hace aún más difícil con la edad.
Un estudio preprint reciente encontró que el número de anticuerpos neutralizantes que uno produce en respuesta a la infección varía según la edad: a mayor edad, menor cantidad de anticuerpos neutralizantes se tienen (vea el gráfico siguiente). De hecho, frente a Ómicron, el 43% de las personas no tenían actividad detectable de anticuerpos neutralizantes, y entre estas personas, la edad media eran 63.5 años.
Otro aspecto importante de los anticuerpos es, no sólo el número total que se tiene, sino también la habilidad de esos anticuerpos de reconocer las distintas variantes de la misma parte de la proteína espiga. Los científicos han encontrado que los anticuerpos de la gente mayor de 65 años tienen menos probabilidad de reconocer las múltiples variantes de espiga comparados con los anticuerpos de las personas menores de 65 años.
Segundo muro de defensa: sólido.
Otra línea de defensa son las células B de memoria. Cuando entramos en contacto con un virus, después de haber sido vacunados o infectados, las células B recuerdan lo que tienen que hacer para crear y bombear anticuerpos que ayudan a luchar contra el virus. Las células B pueden ser avisadas rápidamente cuando se necesitan más anticuerpos.
Un artículo publicado esta semana muestra que los niveles de células B no difieren en su mayoría según el grupo de edad, lo que son grandes noticias. Esta línea de defensa es sólida. Sin embargo, el reto es que para que las células B estén a la altura de su potencial, necesitan la ayuda de otra pared o línea de defensa: las células T.
Tercer muro de defensa: deteriorado
El tercer muro de defensa son las células T. Las células T son un factor determinante en el resultado de las infecciones (enfermedad leve o severa). Hay dos grupos principales de células T.
Células T citotóxicas que reconocen y matan las células infectadas.
Células T helper (cooperadoras) que ayudan a las células B a hacer anticuerpos y las instruyen para hacer mejores anticuerpos.
Esto quiere decir que aunque las células T no pueden evitar que las infecciones ocurran completamente, pueden controlarlas rápidamente una vez que empiezan, potencialmente, hasta el punto de evitar que la gente tenga síntomas.
Pero hay un reto con las células T. Una vez que alcanzamos la pubertad, el timo (el órgano donde se originan las células T) se degrada lentamente a un amasijo de grasa y dejamos de hacer células T. Hay especialmente un gran declive una vez que alcanzamos los 40 años. Lo que no suele ser importante porque normalmente acumulamos todas las células T que vamos a necesitar para toda la vida. Salvo que aparezca un microbio totalmente nuevo, al que nunca hayamos estado expuestos (y afortunadamente, aunque SARS-CoV-2 es nuevo, es un coronavirus, así que las células T tienen memoria de otros coronavirus para poder usarla). Pero conforme nos hacemos mayores, al igual que el resto de nuestro cuerpo, las células T también envejecen.
Lamentablemente, vemos disfunción de células T en COVID-19. Un artículo publicado esta semana mostró que la diversidad de células T en aquéllos mayores de 50 años es mucho más limitada que en los menores de 50, durante una infección. Una vez que los síntomas se resuelven, esto se recupera, pero los mayores de 50 años no pueden hacer uso completo de este muro salvo que se reinfecten de nuevo.
Implicaciones
Dos de los tres muros de defensa, en las personas de más de 50 años, están más dañados que los de la gente joven. Además, las comorbilidades son más frecuentes con la edad, lo que hace que la respuesta inmune esté más comprometida. Por tanto, la tasa de casos en personas vacunadas, y especialmente de casos severos, es sustancialmente más alta en la gente mayor.
La buena noticia es que el sistema inmune aún funciona en la mayoría de la gente. Vemos claramente que el riesgo de enfermedad severa incluso en las personas ancianas desciende dramáticamente aunque solo sea con la serie primaria de las vacunas.
Sin embargo, puede que se necesiten más dosis para convencer al sistema inmune de que haga lo que necesitamos. Es decir, que las personas de más edad tengan que ponerse dosis de refuerzo con más frecuencia. Estos beneficios ya se ven en las personas mayores, ya que las personas vacunadas con una dosis de refuerzo, tienen un riesgo de muerte 4 veces más alto que las personas vacunadas con dos dosis de refuerzo. (Las personas no vacunadas tienen un riesgo 42 veces mayor de morir por COVID-19 que aquéllos con dos dosis de refuerzo).
Cuánto más ayuda cada dosis de refuerzo sucesiva ( o no ayuda) es algo que no comprendemos perfectamente de manera prospectiva. Por ejemplo, no sabíamos realmente que se necesitaba una segunda dosis de refuerzo en mayores de 50 años. Más o menos lo averiguamos y nos basamos en datos de Israel (con los artículos más recientes sugiriendo los 50 años como edad clave). Retrospectivamente, podemos afirmar que esta decisión de política sanitaria fue correcta. Pero la FDA tiene que requerir que las compañías farmaceúticas valoren la función de las células B y T–no solo de los anticuerpos neutralizantes–para valorar el beneficio añadido, en vez de determinar si una política sanitaria es buena o mala retrospectivamente.
En resumidas cuentas
Solo el 39.8% de los mayores de 65 años están al día con las vacunas de COVID-19. Lo mejor que este grupo de edad puede hacer es reforzar sus muros inmunitarios manteniéndose al día en vacunación. Además, todo esto pone de manifiesto que no podemos confiar solo en nuestro sistema inmune, especialmente las personas mayores de 50 años. Todas las personas necesitan poner de su parte (todavía) para proteger a los más vulnerables.
Love, YLE and Edward Nirenberg
Tu Epidemiólogo Local (YLE) está escrito por la Dra. Katelyn Jetelina, MPH, PhD— doctora en epidemiología y bioestadística, esposa y madre de dos niñas pequeñas. De día, trabaja en un comité de expertos en política sanitaria y por las noches escribe este boletín informativo. Su objetivo principal es “traducir” la ciencia de salud pública, en constante evolución, para que las personas estén bien preparadas para tomar decisiones basadas en datos científicos. Este boletín informativo es gratis gracias al apoyo generoso de los miembros de la comunidad YLE. Para contribuir a este esfuerzo, por favor suscríbase aquí.