¿Por qué los estadounidenses esperaban una vacuna perfecta?
Manejo de espectativas y dos definiciones distintas de la "inmunidad".
Esta es la segunda publicación de cuatro en esta miniserie que analiza cómo fue la comunicación desde la salud pública en torno a las vacunas Covid-19, por qué se perdió la confianza y dónde se rompió la comunicación. El objetivo no es señalar con el dedo ni culpar, sino más bien echar una mirada retrospectiva fuera de nuestra burbuja para ver cómo el público general percibió los mensajes. Lea la primera publicación aquí—estableciendo el nivel de reducción de la confianza en las vacunas.
¿Por qué tantos estadounidenses esperaban una vacuna contra el Covid-19 fundamentalmente perfecta?
Sin duda, la vacuna perfecta es un argumento testarudo que se utiliza con frecuencia para desacreditar la vacunación: supuestamente sólo son aceptables vacunas perfectamente seguras y perfectamente efectivas, y cualquier cosa por debajo de esto se considera un fracaso.
Pero en el caso de las vacunas contra el COVID, esta creencia iba más allá de los temas de conversación anti-vacunas. Muchas personas que se pusieron con gusto la vacuna de COVID se sintieron confundidas y traicionadas cuando surgieron casos en personas vacunadas. Echando la vista atrás, no fue sólo la desinformación lo que confundió a la gente: los mensajes de salud pública, bien intencionados, e incluso la falta de comunicación sobre el significado de las palabras generaron unas expectativas demasiado altas.
Problema n°1: la gestión de las expectativas
El 30 de junio de 2020, la FDA publicó una guía sobre qué estándares debían cumplir las vacunas de COVID para obtener la autorización de la FDA: 50% de eficacia. Y eso no representa sólo eficacia frente a la infección: incluso una reducción del 50 % de las enfermedades graves o la muerte habría alcanzado el umbral de la FDA. El Dr.Fauci doctor dijo que una vacuna con una eficacia del 70% o del 75% sería “fantástica”.
¿Se establecieron bien las expectativas del público? No. Había muchas otras noticias sobre la pandemia: los hospitales estaban desbordados, aparecían nuevos rumores a diario e íbamos a la velocidad del rayo tratando de mantener al público al día con la información. No sabíamos si íbamos a tener una vacuna en seis meses o en tres años, ni mucho menos cómo funcionaría de bien. Establecer las expectativas del público sobre la eficacia de las vacunas y anticipar las preocupaciones que pudieran tener estaban, comprensiblemente (pero erróneamente), mucho más bajo en la lista de prioridades que la propia biotecnología de las vacunas.
Mejor de lo que nos atrevíamos a esperar
Más tarde, a finales de 2020, se pulverizaron las expectativas . Salieron los resultados de los ensayos de Moderna y Pfizer: no una, sino las dos vacunas con ¡MÁS DEL 90% DE EFICACIA!!! No se puede exagerar lo buena que fue esta noticia. Más de 300.000 personas habían muerto por COVID-19 en Estados Unidos y, por fin, había algo de esperanza en el horizonte.
Muy buenas. Pero no perfectas.
En medio de este entusiasmo plenamente justificado, se sentaron las bases para un error de comunicación que dejó a muchas personas confundidas y traicionadas.

La eficacia >90% que he mencionado en párrafos anteriores se refiere a la eficacia frente a la infección sintomática. También se informó de un segundo resultado: 100% de eficacia frente a la enfermedad grave y la muerte. En realidad, los ensayos clínicos no fueron lo suficientemente grandes como para medir esto con precisión: se basaron estadísticamente en la infección sintomática por COVID-19, no en la hospitalización o la muerte. Esta cifra de “100%” era aproximada, no una estimación precisa.
Pero pronto se convirtió en un tema de conversación de amplia circulación. Para alentar a las personas a ponerse la primera vacuna disponible y no esperar a su vacuna favorita, se les recordó que las tres vacunas COVID eran 100% eficaces para prevenir la enfermedad grave y la muerte.
Las expectativas del público estaban fijadas: lo que se les prometió fue 100% de eficacia. Para empeorar las cosas, los mensajes comenzaron a mezclar los datos sobre infección sintomática y enfermedad grave/muerte, lo que llevó al público a asumir que había una vacuna infalible.
Problema n° 2: dos definiciones diferentes de "inmunidad"
A esta confusión se sumó la palabra "inmunidad". En ciencia, la inmunidad describe uno de los sistemas biológicos más complicados de la humanidad. Existen varios tipos de inmunidad y el grado de inmunidad que tiene una persona puede variar drásticamente dependiendo de una amplia variedad de factores.
Pero en el lenguaje cotidiano, “inmunidad” a menudo implica algo mucho más simple: protección total contra algo. Como dijo una persona en una encuesta informal, "La inmunidad es como en una película de zombies, cuando puedes estar justo al lado de los zombies y no pueden atraparte".
Las experiencias con las vacunas infantiles refuerzan esta interpretación más simple de la inmunidad como protección perfecta. Las tasas de enfermedades como las paperas, el sarampión y la polio son extremadamente bajas para las personas vacunadas en los EE. UU. por dos razones: las vacunas tienen una eficacia alta (pero no perfecta) y es poco probable que las personas se topen con esas enfermedades en primer lugar debido a la inmunidad colectiva derivada de la vacunación.
Para muchos, esto da la impresión de que la inmunidad de la vacunación = nunca van a contraer la enfermedad. El efecto oculto de la inmunidad colectiva de base hace que esas vacunas infantiles parezcan esencialmente perfectas.
Entran en escena las vacunas de COVID-19. A la gente se le dijo que le daban “inmunidad”, y esperaban una inmunidad como la que estaban acostumbrados, en definitiva riesgo cero de contraer la enfermedad. La inmunidad de los videojuegos, un escudo de protección impecable. Escuchar que las vacunas de COVID-19 proporcionaban “100% de protección” reforzó esta creencia.
Realidad
Por supuesto, como todas las vacunas, las vacunas de Covid-19 no eran perfectas. Y, además, no teníamos inmunidad colectiva. Para el verano de 2021, Covid-19 estaba por todas partes: una vacuna puede tener una eficacia incluso del 99,9%, pero si casi todo el mundo está expuesto, pueden aparecer infecciones en vacunados por miles. La progresiva disminución de la inmunidad implicó que una eficacia >90% no se mantuviera para siempre, y la continua llegada de nuevas variantes evadía parcialmente las defensas de la vacuna. Aunque algunos intentaron advertir sobre la posibilidad de nuevas variantes y una inmunidad menguante, el mensaje fácil y simple de “100% efectivo”, reforzado por la creencia de que inmunidad significaba esencialmente una protección perfecta, fue mucho más fuerte.
“Estas no deben ser vacunas”
Cuando comenzaron a ocurrir infecciones en personas vacunadas, muchos creyeron que habían sido engañados—esperaban una inmunidad casi perfecta y eso no fue lo que obtuvieron. Sabían que se suponía que las vacunas debían protegerlos, por lo que esto llevó al rumor de que las vacunas del COVID, en realidad, no eran vacunas.
¿Fracaso o éxito?
Las vacunas estaban salvando cientos de miles de vidas, pero no eran tan buenas como parecían inicialmente. La salud pública se ciñó a la primera parte: reforzar el efecto dramático de la vacunación en la reducción de la enfermedad grave y la muerte. Pero muchos en el público se sintieron traicionados por la segunda parte: se les había prometido algo aún mejor: 100% de protección = 0 riesgo de muerte. Cuando la gente sacaba este tema, muchos eran ignorados o desestimados, o peor aún: castigados por no entender la inmunología y difundir información errónea.

Cómo hacerlo mejor la próxima vez
Comunicar la incertidumbre sobre lo que hacemos y no sabemos. Evitar prometer el 100%; es una promesa que rara vez podemos cumplir.
Tener en cuenta que palabras como “enfermedad prevenible mediante vacunación”, “inmunidad”, “previene” y “funciona” con frecuencia se malinterpretan como “protección esencialmente perfecta”; tenga cuidado al usar estas palabras.
Reconocer que rumores extraños como que “las vacunas del COVID no son en realidad vacunas” suelen indicar confusión genuina, es decir, que las personas no entienden los mensajes que les estamos transmitiendo.
Establecer alto y claro las expectativas. Y no temer a decir que las vacunas no son perfectas.
En resumidas cuentas
Los primeros mensajes sobre las vacunas de Covid-19 y la confusión sobre la inmunidad proporcionada por las vacunas hicieron que las expectativas del público fueran demasiado altas, lo que llevó a una profunda decepción en el futuro inmediato. Para ganarnos la confianza del público y mantenerla, debemos evitar mensajes demasiado simples y comunicar lo que hay de incierto, especialmente durante una crisis de salud pública que se desarrolla rápidamente.
Sinceramente, K.P.
Kristen Panthagani, MD, PhD, es médica residente y becaria de emergencias de Yale, y completa una beca de investigación y residencia en medicina de emergencia combinada que se centra en la alfabetización y la comunicación en salud. En su tiempo libre, es la creadora del blog médico You Can Know Things y autora de la sección de YLE sobre (mala) comunicación de salud. Puedes encontrarla en Threads, Instagram, o suscríbete a su sitio web aquí. Las opiniones expresadas pertenecen a KP, no a su empleador.
Su Epidemiólogo Local está traducido al español por la Dra. Maria Zoco, MD, MPH—médico de familia, consultora de salud pública, esposa y madre de cinco hijos. Trabaja en una ONG que sirve a personas inmigrantes.
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