El acoso a los científicos está fuera de control
La semana pasada el Dr.Peter Hotez sufrió ataques, acoso y hostigamiento después de los eventos ocurridos en Twitter. Tanto que las fuerzas del orden se involucraron. Una auténtica pesadilla.
No es el único. Estas pesadillas son ahora un suceso frecuente para científicos y médicos en salud pública. Tanto en internet como fuera de él. Por las vacunas. Por la violencia por armas de fuego. Por la salud reproductiva. Y, aparentemente, también por los incendios forestales.
El tema está fuera de control, y eso lo convierte en un riesgo a nivel individual así como para las comunidades a las que servimos.
La experiencia del Dr.Hotez no es infrecuente
Muchos científicos y médicos tienen historias similares. Acosados en cafeterías. Amenazas de muerte, doxing (publicación no autorizada de información privada como la dirección habitual), jaqueo y demandas. Correos electrónicos con pistolas apuntándoles. Sus cabezas añadidas a imágenes pornográficas. Acosados al salir del trabajo. Con necesidad de tener seguridad a tiempo completo. Mudándose a otros estados para escapar de las amenazas.
Yo he sufrido casi todas ellas en estos tres años. Y otros también. No solo escuchamos estas historias; las vemos por los números también. Un estudio reciente encuestó a 350 científicos sobre comentarios en redes sociales:
2 de cada 3 científicos reportó acoso en relación a comentarios hechos sobre la pandemia de COVID-19.
1 de cada 5 reportó doxing.
Otro estudio en Nature preguntó a los científicos qué tipo de acoso habían experimentado. El 15% reportó amenazas de muerte.
Aunque estas encuestas puedan estar sesgadas potencialmente—es más probable que aquellos que experimentaron acoso contesten a una encuesta–la historia es consistente mirada con datos desde distintos ángulos:
Antes de la pandemia, el acoso a los científicos no era ni mucho menos tan alto.
Comparado con el público general, la tasa de acoso contra científicos es mayor.
Los científicos que ponen mensajes de salud pública en redes sociales tienen más probabilidad de recibir acoso en redes que aquellos que no publican ese tipo de contenido.
Por supuesto, el acoso no es algo nuevo para otros científicos, como los expertos en clima.
Las mujeres científicas están particularmente en riesgo
Ver como aparecían diferencias de género ha sido especialmente estremecedor, sobre todo siendo yo científica. Las mujeres experimentan el acoso de forma distinta:
1 de cada 3 reportan ser acosadas sexualmente en internet, más que sus homólogos masculinos.
Son objeto de acoso porque son mujeres.
La mujeres reportan más estrés emocional relacionado con las amenazas que los hombres.
Este es un problema enorme
La comunicación científica, combatir la desinformación, y llevar el diálogo científico a las redes sociales depende de voluntarios. Por ello con frecuencia los científicos asumen las consecuencias en solitario. Y esto implica un gran coste personal.
Pasado un tiempo, este riesgo deja de merecer la pena. En un momento dado se alcanza el punto de inflexión–tanto si es un problema de salud, una amenaza que se vuelve real o simplemente cansancio. Cuando se interrumpe la interacción, la distancia entre la ciencia y la comunidad se hace mayor permitiendo a la desinformación entrar a llenar ese hueco. Y esto pasa factura en las comunidades.
El punto de inflexión ya lo han alcanzado muchos. Axios, por ejemplo, reportó que los científicos están dejando Twitter en multitud. En otra encuesta, los científicos que reportaron mayor frecuencia de acoso o ataques personales tenían más probabilidad de decir que sus experiencias habían afectado de manera importante su disposición a hablar de ciencia en futuras entrevistas en los medios.
La salud pública es política por naturaleza. Y es “pública”, lo que significa que requiere participación del público. Necesita ser una conversación bidireccional con el público. El diálogo científico rápido y ampliamente accesible fue un salvavidas durante la pandemia: los científicos hablando unos con otros, a la comunidad, a los medios. Los científicos escuchando a la comunidad. Necesitamos mantener esta comunicación en el futuro especialmente si no arreglamos el origen de la desinformación . Una conversación puede incluir discrepancias, lo que implica conversaciones civilizadas en vez de ataques y ridiculez.
En resumidas cuentas
Necesitamos más que nunca que los científicos hablen. Necesitamos comunidades que se unan a la conversación científica. Al mismo tiempo, necesitamos que se rechacen las amenazas de manera clara y unánime. Que sean denunciadas por las comunidades pero también por las instituciones a través de acciones. Si no es así, cada vez más y más nos preguntaremos: ¿vale la pena el esfuerzo?
Love, YLE
Su Epidemiólogo Local (YLE) está escrito por la Dra. Katelyn Jetelina, MPH, PhD— doctora en epidemiología y bioestadística, esposa y madre de dos niñas pequeñas. De día, trabaja en un comité de expertos en política sanitaria y es consultora para un número de organizaciones, incluyendo los CDC. Por las noches escribe este boletín informativo. Su objetivo principal es “traducir” la ciencia de salud pública, en constante evolución, para que las personas estén bien preparadas para tomar decisiones basadas en datos científicos. Este boletín informativo es gratis gracias al apoyo generoso de los miembros de la comunidad YLE. Para contribuir a este esfuerzo, por favor suscríbase aquí.