Son idiotas. ¿Por qué no confían en nosotros?
Avergonzar a la gente no funciona, pero seguimos haciéndolo.
Esta es la tercera publicación de cuatro en esta miniserie que analiza la comunicación de salud pública en torno a las vacunas COVID, por qué se perdió la confianza y dónde se rompió la comunicación. El objetivo no es señalar con el dedo ni culpar a nadie, sino más bien echar una mirada retrospectiva fuera de nuestra burbuja para ver cómo el público general percibió los mensajes. Póngase al día con las dos primeras publicaciones: desinformación vs mala comunicación y gestión de expectativas.
Avergonzar no funciona, pero se ha adoptado ampliamente como respuesta a la información errónea sobre las vacunas.
“Desnormalizar”—el proceso de reforzar un comportamiento negativo como socialmente inaceptable puede ser beneficioso y ha demostrado ser exitoso en esfuerzos de salud pública, como campañas para reducir el tabaquismo. Sin embargo, es un arma de doble filo: los esfuerzos por desnormalizar un comportamiento pueden generar vergüenza y estigma, lo que no ayuda. Sabemos por la literatura sobre el tabaquismo y el consumo de alcohol que la vergüenza y el estigma no sólo no funcionan, sino que a menudo resultan contraproducentes. Un estudio encontró que la exposición a estereotipos negativos sobre fumar en realidad aumentó el impulso de fumar.
La desnormalización puede ayudar, pero la vergüenza puede causar daño. ¿Dónde está el término medio?
La reconocida investigadora de la vergüenza, Brené Brown, establece una distinción entre vergüenza y culpa lo que ayuda a aclarar las cosas; la culpa dice he hecho algo malo y la vergüenza dice soy malo. La culpa es útil: revela cuándo es necesario cambiar los comportamientos. La vergüenza, en cambio, nos asfixia. Emplea la falacia ad hominem: se ataca a la persona que sostiene un argumento en vez de refutar el argumento.
La culpa nos dice: esta ha sido una decisión equivocada. La vergüenza nos dice: ustedes son idiotas.
Lamentablemente, la vergüenza se ha adoptado ampliamente como estrategia para combatir la desinformación sobre vacunación. Un análisis de vídeos de TikTok sobre las vacunas reveló que los videos que promovían las vacunas, en general usaban más lenguaje negativo y más juicios, mientras que los videos “antivacunas” usaban un lenguaje más positivo y tuvieron niveles más altos de apreciación y emoción positivas. En particular, encontraron vídeos a favor de las vacunas que, a veces, etiquetaban “a los anti-vacunas como débiles, estúpidos, frágiles, egoístas o locos y su comportamiento como demente o tonto."
En mi propia experiencia, he descubierto que esto es cierto: si bien he recibido una buena cantidad de comentarios horribles de personas que se oponen a las vacunas, he descubierto que algunos de los comentarios a favor de las vacunas también pueden ser extremadamente crueles. Por ejemplo, he tenido que eliminar comentarios a mis publicaciones de Instagram de defensores de las vacunas que les decían a quienes desconfiaban de las vacunas que se suicidaran.
Por supuesto, estos comentarios extremadamente violentos son la minoría, pero la falacia ad hominem, el sentimiento de que “los antivacunas son estúpidos”, se ha generalizado y aparece en titulares y segmentos de programas de entrevistas nocturnos.

¿Está funcionando esta estrategia? No, está empeorando las cosas.
Aunque a menudo se trata de un esfuerzo bien intencionado para combatir la desinformación, los mensajes basados en la vergüenza o “malos” resultan contraproducentes. Es algo intuitivo: generalmente no aceptamos consejos de personas que nos tratan con desprecio y repulsión, incluso si tienen credenciales, algo que también respaldan los datos:
En un estudio realizado durante el lanzamiento de la vacuna COVID, la percepción de “reproche moral” (sentirse moralmente juzgado por no estar vacunado contra el COVID) no motivó a la gente a vacunarse y, en cambio, hizo lo contrario: predijo firmemente el rechazo a la vacuna.
Un estudio que usó el procesamiento del lenguaje natural de las conversaciones de Twitter encontró que las correcciones de información errónea que utilizaban un lenguaje positivo y cortés tenían más probabilidades de ser efectivas, mientras que las correcciones que utilizaban lenguaje negativo (llamar idiota a alguien) tenían más probabilidades de resultar contraproducentes, afianzando aún más al destinatario en su creencia.
Los posts con diatribas obtienen muchas visitas, y es fácil confundir viralidad con efectividad. El contenido de las redes sociales que ataca a los antivacunas suele ser popular porque las personas que ya confían en las vacunas lo aplauden. ¿Pero ayuda esto realmente a llegar a aquellas personas que deben ser alcanzadas por la información veraz? Probablemente no, y si lo ven, los datos sugieren que aún se van a volver más vacilantes frente a las vacunas.
Se trata menos de hechos y más de valores.
Los mensajes basados en la vergüenza ignoran una dinámica crítica en las dudas sobre las vacunas: el rechazo de las vacunas no se debe solamente a la inteligencia o a la falta de comprensión de hechos y datos. A menudo tiene mucho más que ver con los valores y la identidad de las personas.
Katherine Hayhoe, científica climática y comunicadora científica reconocida internacionalmente, recomienda que cuando se habla de cambio climático, la solución no está únicamente en mostrarle a la gente más y más datos. En cambio, ella recomienda conectar a través de los valores que aprecian sinceramente. Esto permite a las personas incorporar nueva información a su visión del mundo en lugar de intentar cambiar una parte fundamental de quiénes son.
Los mensajes basados en la vergüenza hacen lo contrario: en lugar de conectar con la identidad y los valores de una persona, la atacan.

¿Por qué es tan tentador avergonzar a la gente?
Muchos mensajes basados en la vergüenza surgen de una frustración genuina y válida. Así como quienes rechazan las vacunas no son humanos “malos”, quienes los avergüenzan tampoco son personas “malas”. (¡Eso sería avergonzar a la gente por avergonzar a la gente! Tampoco es útil).
¿De dónde viene esta frustración? Hay respuestas obvias: rechazar las vacunas pone tanto a la persona como a su comunidad en mayor riesgo de contraer enfermedades, conduce a peores resultados de salud, etc.
Pero al principio de la pandemia, me di cuenta de que para mí (y probablemente para muchos de ustedes) era más que eso. No se trataba sólo de las vacunas individuales. Se trataba fundamentalmente de creer que la medicina basada en evidencia realmente funciona, que recopilar datos sistemáticamente y analizarlos nos dará una imagen más clara de la realidad que las anécdotas. Que no tenemos que volver a los días en que basamos las decisiones médicas en corazonadas, miedos y vibraciones. Tenemos una mejor manera de descubrir qué es real y verdadero.
El rechazo de datos cuidadosamente recopilados y revisados por pares en favor de rumores y memes es comprensiblemente exasperante. Si se adoptara universalmente, nuestra sociedad colapsaría. Para las personas que han dedicado su vida a la ciencia, la medicina y la salud pública, tiene sentido que esto nos moleste y nos enfurezca.
Pero en la ironía de las ironías, reaccionar con ira para defender la medicina basada en la evidencia no está en si mismo muy basado en evidencia. Lamentablemente, esto sólo empeorará las cosas y hará aún mayor el problema que estamos tratando de solucionar.
Cómo hacerlo mejor en el futuro
Centrar las críticas en los datos, no en la persona. Es perfectamente válido criticar creencias falsas y datos engañosos sobre las vacunas. Pero al hacerlo, asegúrese de que su crítica se centre en los datos y el argumento, no en la persona misma.
Despotricar en privado. La necesidad de desahogar la ira es real, hágalo. Pero no en línea: podría entretener a quienes ya están de acuerdo con usted, pero alienar a aquellos a quienes más necesitamos llegar.
La bondad le llevará más lejos que la ira.. Cuando defienda datos, recuerde lo que dicen los datos: la amabilidad ayuda, los insultos no.
Conéctese a través de valores compartidos. La gente estará mucho más abierta a lo que tiene que decir si se conecta mediante valores compartidos.
En resumidas cuentas
Debemos utilizar la ciencia para descubrir cómo recuperar la confianza en la ciencia. Y la ciencia es clara: avergonzar no ayuda. La bondad, la empatía y la conexión en torno a valores compartidos son fundamentales para restablecer la confianza en las vacunas y la ciencia. Puede que esto no nos haga virales, pero construirá puentes en lugar de destruirlos.
Sinceramente, K.P.
Kristen Panthagani, MD, PhD, es médica residente y becaria de emergencias de Yale, y completa una beca de investigación y residencia en medicina de emergencia combinada que se centra en la alfabetización y la comunicación en salud. En su tiempo libre, es la creadora del blog médico You Can Know Things y autora de la sección de YLE sobre (mala) comunicación de salud. Puedes encontrarla en Threads, Instagram, o suscríbete a su sitio web aquí. Las opiniones expresadas pertenecen a KP, no a su empleador.
Su Epidemiólogo Local está traducido al español por la Dra. Maria Zoco, MD, MPH—médico de familia, consultora de salud pública, esposa y madre de cinco hijos. Trabaja en una ONG que sirve a personas inmigrantes.
“Su epidemiólogo local (YLE)” es un boletín con un propósito: “traducir” la ciencia de la salud pública en constante evolución para que las personas estén bien equipadas para tomar decisiones basadas en evidencia. Este boletín es gratuito para todos, gracias al generoso apoyo de los miembros de la comunidad YLE. Para apoyar este esfuerzo, suscríbase a continuación: